Las diversas actividades humanas han llevado al incremento de las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero entre los que se destacan: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) , óxido nitroso, (N2O) y cluorofluorocarbonados (CFC´s)
El dióxido de carbono es producido cuando el carbón, el petróleo, el gas natural, la leña y otros productos orgánicos son quemados para producir calor, en forma de energía para el transporte, manufacturas, generación de electricidad, entre otros usos.
Se calcula que el uso de combustibles fósiles es responsable de entre el 80% y el 85% de las emisiones de CO2.
La vegetación tiene la capacidad de contener el dióxido de carbono, cuando ésta disminuye por la deforestación y es quemada, libera a la atmósfera el dióxido de carbono contenido.
El metano es producido por los cultivos de arroz, el ganado y los residuos en descomposición de los rellenos sanitarios. Las actividades humanas han aumentado significativamente la presencia de este gas por encima de lo que existiría naturalmente.
El óxido nitroso es producido por varias prácticas agrícolas e industriales.
Los cluorofluorocarbonados han sido usados en refrigeración, aire acondicionado y como solventes. Felizmente, la producción de estos gases está siendo eliminada a través de acuerdos internacionales, ya que adelgazan la capa de ozono.
Dado que la mayoría de los gases de efecto invernadero permanecen en la atmósfera por un largo período de tiempo, aunque las emisiones resultantes de la actividad humana disminuyan drásticamente, los efectos de los gases ya acumulados persistirán por largo tiempo.